Las pruebas diagnósticas que usa el oftalmólogo son indoloras y rápidas, siendo las más comunes:
Tonometría
Mide la presión intraocular (PIO) a través de un tonómetro, que ejerce presión en la córnea poniéndose en contacto sobre la misma o emitiendo un chorro de aire que la aplana ligeramente, sin causar dolor. Hablamos de hipertensión cuando la PIO está por encima de los 21 mmHg, a partir de este valor se considera alto y con riesgo de desarrollar glaucoma.
Fondo de ojo
El oftalmólogo observa, mediante un haz de luz, si la cabeza del nervio óptico está afectada o no por el glaucoma.
Se puede dilatar o no la pupila para observar mejor el fondo del ojo.
Campimetría
Se evalúa el campo visual del ojo mientras se fija la mirada en un punto de una pantalla únicamente con un ojo. Alrededor de este punto aparecen varios puntos luminosos y, cada vez que se observa un punto luminoso, tiene que pulsar un botón con la mano. Al final de la prueba, el ordenador dibuja un mapa con las zonas en las que se ha perdido la visión, que se ven de color negro, llamadas escotomas. En todos los ojos hay una mancha ciega, pero no tiene por que ser indicativo de enfermedad, corresponde con el nervio óptico.
Gonioscopia
Permite observar la anatomía del ángulo iridocorneal de manera indolora para determinar si el glaucoma es de ángulo abierto o cerrado.
Tomografía de coherencia óptica (OCT)
El oftalmólogo toma una fotografía virtual de la cabeza del nervio óptico para ver su estado. También es una prueba indolora y rápida, que puede requerir dilatación de la pupila o no.